De Cervantes me acuerdo cada 23 de abril y, especialmente, cada vez que paso delante de uno de sus «molinos», me pregunto: ¿Le seguirían pareciendo gigantes? ¿Qué diría él hoy de la energía eólica?
Poco podría haber imaginado Cervantes antaño, y mucho se sorprendería hoy al ver que mientras el parque eólico español cubría en 2005 el 7,7% de la demanda, en 2013 aportó un 21.1% de la energía eléctrica consumida en España, convirtiéndose en la tecnología con mayor contribución a la cobertura de la demanda. En enero de 2015 se produjo el máximo histórico de producción instantánea hasta entonces con 17.553 MW y Castilla y León debió de contribuir bastante a este récord (no todo podía ocurrir en La Mancha), ya que fue en 2011 la comunidad autónoma con más potencia instalada.
Este desarrollo tecnológico actual, como el libro en su día, comenzó con innovadores que, como el herrero Gutenberg, el logopeda Bell o el ingeniero Marconi, se las apañaron para llevar sus actividades diarias un paso más allá y sus avances permitieron que las artes y el conocimiento generado por otros llegara aún más lejos.
Del papel a los centros de control y gestión de la demanda
Shakespeare o Cervantes difundieron sus lenguas y un vasto conocimiento del mundo en el que se movían. Y ahora que rememoramos (unos, regalando rosas y los más, acercándonos a nuestra librería favorita o a alguna feria de cita obligada), no puedo evitar plantearme: si Cervantes hubiera conocido en su tiempo la optimización de procesos por medio del aprendizaje automático y la capacidad de los software de análisis de Big Data, ¿cómo lo habría contado? ¿Cómo se habría desarrollado entonces ese famoso pasaje? Aquel en el que…
…en descubriendo tropecientos «aerogeneradores» (según el parque eólico con el que se hubiera topado de los muchos que hay repartidos por nuestros campos), el más famoso de nuestros caballeros hubiera pretendido enfrentarse a, más que grandes, gigantescos (cualquiera dice lo contrario al ver sus 198 m de altura y 80 m de envergadura) ingenios de la tecnología que transforman la energía eólica en energía eléctrica mediante rotores de palas.
Palas o hélices (como diríamos hoy) que bien pueden llegar a alcanzar los 40 m de largo y que, cual los brazos de Briareo (al que ya se refiriesen Homero y Dante antes que nuestro más ilustre de las letras) son capaces de, en levantándose en esto un poco de viento, comenzar a moverse, girar e iniciar la carga. No la carga que acomete, encomendándose a Dulcinea, nuestro enloquecido enamorado a lomos de su fiel Rocinante, sino la de los centros de control y gestión de la demanda de nuestras eléctricas.
Centros como el CECRE (Centro de Control de Energías Renovables), puesto en marcha en 2010 por Red Eléctrica, en el que se recibe información en tiempo real de cada instalación y desde donde se controla y gestiona la generación de los productores de energías renovables como la eólica.
De harina a energía renovable
Como bien indicara Sancho, más que hacer andar la piedra del molino para convertir el grano en harina, los aerogeneradores de hoy día recogen la energía cinética producida por las masas de aire en movimiento, que proporciona energía mecánica a un generador, y la convierten en energía eléctrica. A resultas de que, al contrario de lo que pretendieran la lanza y la espada del de La Mancha en aquel episodio, hoy, estos aerogeneradores gozan de popularidad y se consideran una fuente limpia de energía renovable.
Al no requerir, para la producción de energía, una combustión que produzca residuos contaminantes o gases con efecto invernadero, la energía eólica terrestre (onshore), con 12 g de CO2 por cada kWh, venía siendo la segunda energía menos contaminante tras los 4 de la energía hidroeléctrica, y por delante de los 16 de la energía nuclear o los 22 de la energía solar térmica.
Sin duda, estas cifras le auguran un buen futuro a la energía eólica en nuestro país, que, con el conveniente análisis de todos los datos que aportan los diferentes agentes implicados, una predicción meteorológica suficientemente precisa, una amplia experiencia en la generación y análisis de modelos predictivos, y las acciones de mantenimiento preventivo más adecuadas conseguirá, como Don Quijote, ofrecer oportunidades de negocio y que se hable de ella durante mucho, mucho tiempo.
Excelente post, Mónica. El paralelismo de los molinos de don Quijote con los actuales aerogeneradores nos da mucho material para pensar. En general obedecen a dos maneras de enfocar las energías renovables aunque les separa la eficiencia energética y el destino de esa energía. Pero su inserción en los paisajes sigue siendo majestuosa y profundamente orgánica. Es comprensible que Don Quijote los hubiera confundido con gigantes, hoy su impresión hubiera sido mucho mucho mayor. Ahora bien, hubiera tenido complicado clavar su lanza en una de esas aspas.
¡Gracias por el comentario! Me alegro de que te haya gustado el paralelismo.
Efectivamente, sobre eficiencia energética, el destino de la energía generada según la demanda, o el consumo y el ahorro energéticos dan casi para escribir otro Quijote… o al menos otros post (http://bit.ly/1kPAYTt).
Un saludo.