Con frecuencia cuando digo a la gente a qué me dedico, sale por mis labios la coletilla: «la lingüística computacional la utilizas a diario y facilita tu vida cotidiana»; y aunque parezca un tópico, es una realidad. Desde un traductor automático a un contestador inteligente son herramientas que nos ayudan a desempeñar nuestro trabajo diariamente. Nadie se pregunta a estas alturas para qué sirven estos recursos, porque están íntimamente ligados a nuestra cotidianidad, sin embargo existen otras herramientas que también pueden ser útiles si lo que se pretende es conocer las características léxicas de un texto o hacer un estudio del estilo de un autor, o cualquier otra tarea que se centre en el estudio de las palabras. Algunas de las herramientas que puedes encontrar a este respecto son SketchEngine, WordSmith o ACL.
Estos recursos para el análisis léxico pueden ofrecernos distintas utilidades, por ejemplo: el primero de ellos se puede utilizar para estudiar de un conjunto de textos (corpus) la concordancia léxica, es decir, cuáles son las palabras que pueden aparecer inmediatamente antes o después de un determinado sustantivo o verbo. Este análisis es útil para la creación de diccionarios o mapas conceptuales. El segundo de ellos puede utilizarse además para el estudio de la frecuencia de las palabras o analizar las palabras en contexto, entre otras cosas. Y el tercero, el Análisis comparativo de léxico (ACL), desarrollado por el IIC puede ayudarle a trabajar en la comparación de dos textos cualesquiera que sean para así poder medir la riqueza léxica, la distintividad de las palabras que usan los autores o en definitiva saber si se trata de un buen texto o uno pobre.
Quizá no todos necesitemos estudiar de una manera tan minuciosa el vocabulario que manejamos, el que se emplea en una campaña publicitaria o el que se empleaba en épocas antiguas, pero quién no lleva un pequeño escritor dentro y quiere probar su valía.
En el siguiente post desmentiremos un viejo enfrentamiento entre genios de la pluma.
Interesante campo este de las herramientas del lenguaje. Es sabido, sin embargo, que los escritores de renombre son en general escépticos frente a la tecnología. Incluso algunos presumen de que siguen con la máquina de escribir. Sería interesante saber que grado de adopción tienen esas herramientas entre quiénes se dedican a escribir, por ejemplo en los medios o en el mundo de la publicidad. ¿Hay estudios al respecto?
Gracias por el comentario!! Creo que te situas ante un tema sin duda polémico como es el uso de las nuevas tecnologías en las Humanidades. Algunas de ellas, en concreto, en el área de la Traducción se sirven y utilizan desde hace tiempo numerosas herramientas para el desarrollo, mejora y rentabilidad de sus traducciones, pero quizá los automatismos y el uso de este tipo de herramientas en la produción literaria no son tan habituales (aunque no soy una experta de este tema), pero podría decirse, como tú muy bien señalas, que se infravaloran, quizá por desconocimiento de las herramientas en sí mismas, o por el infundado recelo de que pudiera una maquina escribir mejor que un humano…creo que ni la innovación tecnológica ni el desarrollo científico han llegado a ese punto todavía…pero a veces me pregunto cuánto de lejos estaremos.